Los ratos sin el móvil


Estoy consolidando una tendencia en mi vida y en mi casa: los ratos sin el móvil. Como se puede adivinar, consiste en pasar cada vez mayor rato de nuestra vida sin estar pendientes del móvil: que me voy a hacer la compra, pues llevo una lista en papel donde he apuntado en los días previos qué necesito; que voy a comer con unos amigos, pues allá que me voy solo con la cartera, porque hemos quedado en un lugar a una hora y allí debemos estar todos.

Este modo de vida, intentándonos despegar un rato de los móviles, la elevamos mi novia y yo el pasado sábado a un nuevo nivel cuando, cada uno por su lado, decidimos pasar todo el día sin el móvil. Les pongo en situación: último sábado de agosto, decimos irnos con la familia a un parque acuático a pasar el día para despedir el verano. Vamos los que tenemos que estar. Vamos todos juntos en caravana, conque no hace falta móvil para nada. Estando en el coche, le digo a mi novia que no he cogido el móvil y me responde que ella tampoco. Nos miramos, nos reímos. Que nos busquen.

Todo el día sin mirar el dichoso aparato para todo. Mientras, entre tobogán y tobogán, entre tortilla de patatas y filetes de cerdo empanados, tiempo para aburrirte, para pensar en tus cosas, para observar a la gente que va pasando subiendo la cuesta en busca de un nuevo tobogán, para imaginar las vidas de los que tienes alrededor.

Pruébenlo. Háganme caso. Desháganse un rato de esa cosa que les acompaña todo el día y dense tiempo para aburrirse y para que su imaginación se dispare.

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