Libros
Algunas anécdotas que tengo sobre libros.
Ya les he contado que me gusta leer en mis visitas a los cementerios; no encontrarán ustedes un lugar fuera de sus casas más tranquilo para leer que un cementerio, ni siquiera una biblioteca.
El año pasado estuve viendo un espectáculo en Barcelona que se llama Improshow; como su nombre indica, los actores improvisan sobre el escenario sobre la marcha y sobre lo que dice el público que digan y hagan. En un momento del espectáculo, dijeron que, para continuar, necesitaban un libro para abrirlo por una página al azar y, según lo que leyeran, continuar la actuación. Preguntaron que quién les dejaba un libro. Solo una persona entre las casi cuatrocientas que allí estábamos llevaba un libro en la sala.
En una intervención que tuvieron que hacer a mi padre hará como ocho o nueve años, en la sala de espera del hospital estuve leyendo El árbol de la ciencia de Pío Baroja. La gente me miraba con incredulidad, con cara de qué está haciendo el loco ese y qué es ese misterioso objeto que tiene entre las manos.
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