Cementerios


No me pregunten por qué ni me consideren frívolo, pero me encantan los cementerios. La sensación de paz, tranquilidad y sosiego que proporciona entrar en un cementerio me resulta casi indescriptible. Los visito con relativa frecuencia. Tengo a mis abuelos maternos en un cementerio de Córdoba; los paternos en el cementerio de un pueblo cercano.

A veces me doy un paseo dominical por alguno de los cementerio de la capital, sobre todo cuando hace frío, con un libro y me siento a leer tranquilamente en uno de los bancos. Allí sé que nadie me va a molestar.

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