La época dorada de los ofendiditos
Una de las cosas que más me gusta hacer es escuchar la radio. Es uno de mis vicios: soy muy, muy radiofónico, y no me conformo con una emisora: todas las mañanas hago un zapping bastante grande; para que me entendáis, puedo escuchar en la misma mañana a Carlos Herrera y Ángels Barceló. Hoy, cuando he salido del trabajo, venía escuchando, como casi siempre en el tramo de 15:00 a 16:00 el programa que presenta Julia Varela en Radio Nacional de España, Tarde lo que tarde. La verdad es que es un programa ameno y entretenido, al menos la primera hora, que es la que yo puedo escuchar, y pienso que bien ha hecho sustituyendo a apuestas anteriores que se emitían en este tramo, como los programas de nombres varios del Ciudadano García y Los clásicos, que se emitió en la temporada 2012-2013, cuando el PP acabó con todas las cosas buenas que se habían hecho en la radio pública hasta la fecha.
Pero a lo que voy, que me enrollo como las persianas: hoy en la sección de los oyentes («Enhorabuena por el programa») estaban preguntando por si deben despenalizarse las injurias a la corona. Me ha llamado la atención lo que ha dicho un oyente: que da igual que prohíban o dejen de prohibir, porque siempre va a haber alguien que se va a ofender por alguna cosa. Y creo que tiene razón. Ya hablaba Pérez-Reverte en su columna del XL Semanal hace unos meses sobre este tema, que tiene mucha chicha y también mucha guasa, porque hemos llegado a un punto en el que no puedes ni hacer un chiste porque alguien se va a molestar. Completamente absurdo. Algo que choca, en mi opinión con la libertad de opinión, una libertad a la que alude Podemos para pedir que injuriar a las instituciones del Estado no sea delito. Ahora bien, me pregunto por qué hacer un chiste sobre negros o sobre mujeres les lleva a acusarte de xenófobo, racista, machista y misógino, pero cagarte en los muertos de alguien está bien visto. Claro, que supongo que dependerá de quién se trate.
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